Crónicas de una clase de español en EEUU: él/ella/elle, Muxes, y las identidades.

Abelardo Almazán-Vázquez
6 min readFeb 19, 2020
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“Sin un sentido de identidad, no puede haber una verdadera lucha”

-Paulo Freire

Decía una de mis profesoras más queridas de la universidad que en los primeros 15 minutos de tu primera clase se determinaría, quizás, y por mucho, cómo sería el resto de tu año escolar. Siempre tuve esa vocecita de su recordatorio muy presente. Dicen por ahí que no tienes muchas segundas oportunidades para crear buenas primeras impresiones. Esto ha sido -y sigue siendo- realmente importante. Aún más cuando te postras frente a un nutrido grupo de adolescentes, mirándote casi de manera furtiva y perspicaz, en un pequeño salón de clases. Así lo he visto en mi corta y alocada carrera dentro de la docencia en la enseñanza del Español como lengua extranjera.

He aquí una historia: primera clase del año académico.

Cuando apenas vamos calentando motores, y hablando desde la perspectiva más docente posible, en esos amaneceres septembrinos, ya se empiezan a notar los cambios en las hojas de los árboles. Se van vislumbrando esos tonos otoñales en los arces y encinos. El calor veraniego ya casi no se siente. Todos preparados para ese primer día de clases de la primera semana del noveno mes del calendario gregoriano.

Llegó la hora puntual. Bueno, casi. Presentándonos. Diciéndonos quiénes éramos. De dónde habíamos venido. Por qué habíamos escogido esta escuela y qué era lo que más les interesaba saber del aprendizaje del idioma español, tanto en el aspecto de la lengua como en el de la cultura.

Llegó el turno de esa persona, había llegado tarde, llevaba una vestimenta oscura, pelo corto, negro, su mirada denotaba algo de temor y su mirada se dirigía hacia ese lugar que lucía vacío. Se sentó apresuradamente mientras se acomodaba una bufanda con los colores del arcoíris. Nos miramos. Entonces, le comencé a hablar:

-Hola, ¿cómo te llamas?

-Me llamo Fábian… y mis pronombres son elle/elles

¿Por qué Fábian me tendría la confianza suficiente para decirme sus pronombres personales? Para que entiendan mejor mi proceso de aprender, desaprender, y reaprender en este contexto particular, permítanme hacer una regresión en el tiempo.

#Anecdotario: crecí rodeado de estereotipos en muchos sentidos. Los chistes eran, al menos en mis años de formación infantil y adolescente, una de las forma de ser más aceptado en algunos círculos sociales. Más aún si te debatiste, socialmente hablando, entre la educación pública y la privada. Si esos chistes eran groseros -con palabrotas como diríamos en mi rancho- eras chido. Si eran de machos — ensalzando los valores viriles, auténticamente mexicanos- te comparaban con esos comediantes de la vieja guardia.

En mis años formativos no teníamos redes sociales. Nada del Instagram ni del Snapchat. Facebook y WhatsApp eran una utopía digital. Eran los tiempos de los Dorilocos -con muchísimo limón y bañados en Salsa Valentina- y una Coca, servida en una bolsa de plástico, con un popote rosado. Todavía no existía mi remordimiento de la cantidad de basura que esa comida chatarra, pero deliciosamente adictiva me provocaba.

Admito que llegué a comprar cassettes, con horas y horas de esos chistes tan mal grabados, en las tiendas de fayuca. Muchos le llamaban el mercado negro. Yo les decía los pirateados. Secretamente, los reproducía en un walkman amarillo. Ahí, así, en mis años adolescentes, mi cabeza registraba consciente e inconscientemente -y a través de un audio con una voz aguardientosa- esos chistes y bromas tan elocuentemente narradas.

No lo sabía del todo, pero esos audios hacían mofa de grupos no representados en la heteronorma, de colectivos sin representación en el binarismo social. Abundaban los diálogos sobre el sexismo, la misoginia, la homofobias, transfobias, el colorismo y el racismo.

Recuerdo bien la ansiedad y la emoción que me provocaba contarles estos chistes a los amigos, a gente de mi familia, o cuando quería romper el hielo por vez primera. Quizás era como si fuera un rito de pasaje hacia una mejora de tu estatus social en aquellos tiempos. Así lo sentía. Así lo recuerdo.

Ahora, regrésate al salón de clases. Al conocer a Fábian por primera vez, le dije frente a los demás estudiantes:

Fábian, quiero que sepas que este es un espacio seguro para ti. Como sabes, el español es un idioma bastante binario. Aunque la Real Academia no lo acepte, y haya personas altamente letradas y doctas en los asuntos de la lingüística -quienes critican, se burlan, y hasta hacen memes del lenguaje incluyente- tú, al menos conmigo, y en esta clase, puedes usar la -e para describirte cuando sea necesario.

Estoy muy consciente de las controversias y debates que los términos como Latinx y otros más han generado no solamente en los hispanohablantes, sino también entre los profesores de Español como segundo idioma. Más, si eres un profesor nativo vs un no nativo.

Por un momento, y solo por ese momento, quise enterrar esos dimes y diretes. Centrarme únicamente en Fábian. Humanizarle, valorarle, hacerle sentirse en paz. Entonces, continué diciéndole:

-Si él es alto, y ella es alta, tú, Fábian, puedes decir que eres alte. Si él es bueno, y ella es buena, eres buene. Si él es paciente, y ella es tolerante, eres valiente, inteligente, perseverante, admirable, respetable…

La clase entendió con claridad que esos primeros 15 minutos, de la primera sesión, de esa fría mañana de Septiembre, estarían marcadas por un deseo genuino de crear un espacio en donde todas las identidades fueran valoradas y respetadas.

Fábian entendió rápidamente que conmigo, elle se podría sentir segure. Vio con claridad que mi intención no era la de retar y revolucionar a la Real Academia de la Lengua Española, sino la de darle visibilidad a grupos sociales que no siempre son representados de la manera que a elles le gustaría.

Si en el idioma inglés ya se está aceptando y popularizando el uso de they/them, y la academia sueca de la lengua ya aceptó y oficializó el pronombre personal neutro hen, ¿por qué yo no podría intentar tomar ese riesgo lingüístico y gramatical?

Avanzando ya en la clase de español 3, y después de unas semanas familiarizándonos con verbos, sustantivos, adjetivos, y adverbios; les dije que les iba a enseñar un tópico cultural de México que pocos, muy pocos profesores de Español hablan hoy en día.

La increíble diversidad cultural del país que me vio nacer nunca la he puesto en duda. Es más, eso me ha motivado a seguir buscando aspectos relevantes e interesantes del México que pocas veces se podrían reflejar en los textos académicos para estudiantes del español como segundo idioma.

Me paré frente a Fábian, y el resto de los estudiantes, y les declaré con emoción:

Les voy a contar la historia de un grupo de personas, muy apreciades y valorades, quienes viven en la zona del Istmo de Tehuantepec, en el sur de la República Mexicana. Elles son Muxes, se refiere a una comunidad de origen zapoteca, quienes frecuentemente son considerados como el tercer género. Auténticos sobrevivientes y defensores de sus usos y costumbres -y también de los roles de género- desde la Nueva España hasta nuestros días.

La clase abrió sus ojos con asombro. Ahí aprendieron por primera vez de Lukas Avendaño, de Marven, referide como“#LadyTacos” en redes sociales, de ese rinconcito tan bello, colorido, inclusivo, mágico, llamado Juchitán, en el estado de Oaxaca. Mis estudiantes: ellos, ellas, y elles, apenas y podían reconocer a un pueblo orgulloso de sus orígenes. Individues orgulloses.

Después de varias diapositivas, conversaciones en grupos pequeños, y reflexiones en Google Classroom, Fábian entendió y valoró el saberse parte de una clase en donde no se iban a perpetuar los estereotipos culturales asociados con los países hispanohablantes. Saber de la comunidad Muxe fue algo muy valioso.

Soy consciente de que yo no puedo, realmente, hablar de esto con muchas personas a las que respeto y admiro. Gracias a Fábian, he aprendido a escoger mis luchas. Sé que tanto a Fábian como a muchos de mis estudiantes, lo único que les puedo dejar son memorias y momentos de cómo hago lo que puedo por respetar y valorar una y cada una de las identidades allí presentes. En ese espacio seguro. En ese oasis. El mundo allá afuera de la burbuja vermontiana todavía es peligroso e insoportable para ciertas personas. Mientras se pueda contar una historia cómo esta, compartiendo y generando diálogos a través de las diferencias de opinión, creo que estamos aportando nuestro granito de arena.

Almazán-Vázquez, Abelardo, William Yepes-Amaya, MariaLuisa DiStefano, Kia London, and Jahdai Jeffords. “What in the World? Language Podcast.” What in the World? Language Podcast (blog), November 29, 2019. https://www.podbean.com/media/share/pb-fg5yy-c9695e?utm_campaign=u_share_ep&utm_medium=dlink&utm_source=u_share.

DiStefano, MariaLuisa, William Yepes-Amaya, and Abelardo Almazán-Vázquez. “LATINA/O, LATIN@, LATINX, LATINAE, LATINÉ,: AN INCLUSION AND SOCIAL JUSTICE APPROACH,” November 22, 2019. https://drive.google.com/file/d/1fbvD9vS94yGDnSYuCzyAcomQrzk7Dva3/view.

https://www.norwich.edu/news/2183-norwich-university-latine-latinx-modern-languages-inclusion-equity-diversity

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Abelardo Almazán-Vázquez

Spanish Teacher, Soccer coach, and Latin Dance Instructor at The Putney School.